eliópolis: Caipiriñas

domingo, marzo 26, 2006

Caipiriñas

La palmera de Sitges
-¿En qué piensas, Maite? -quiso saber Manu.
-Estaba pensando en mi abuela Conchita -respondió-. Era una mujer tan especial, me hacía sentir importante, profundamente feliz.
-Bello recuerdo. No me has hablado mucho de ella… ¿por qué?
-Son recuerdos muy íntimos, difíciles de compartir –explicó-. Fue una mujer muy valiente y avanzada a su época en todos los sentidos: cuando sus amigos y familia se preocupaban por si el viento o la lluvia sería inminente, ella, soñaba con vidas paralelas en países exóticos.
-¿Murió joven? –preguntó Manu.
-Sí. Joven y avisada.
-Já, ¿qué quieres decir con eso?
Conchita



-Pues lo que oyes. En uno de sus múltiples viajes, en la ciudad de París, una gitana le leyó sus manos. Como ella decía: “…no una gitana cualquiera, la reina de las gitanas” Y tras estudiar atentamente su breve y bifurcada línea de la vida, le había predicho que no viviría más allá de su sexagésimo aniversario.Sitges

Maite solía quedarse a veces en blanco debido a la grave enfermedad que sufrió hará unos diez años. En esos momentos parecía hablar con los ángeles y estar rodeada de jardines en flor que su piel reflejaba en intensos tonos rosas y esmeraldas. Esos instantes, breves, eran magníficos para mí; aunque ella los odiaba, sobre todo por la insostenible levedad de su ser en esos segundos mágicos.
-¿Y cómo vivió el resto de sus días con la idea de morir joven? –inquirió Manu.
-Con una soberbia tranquilidad y señorío. Tal que, no sólo aceptó el reto sino que lo preparó como se prepara un gran evento. Su fe era un catecismo de verdades no compiladas. Creía en mediums, brujos y clarividentes. Creía en todas las divagaciones y advertencias por veladas y confusas que fueran. Todos los días
consultaba el I Ching, que mi abuelo consideraba, en el mejor de los casos, un texto satánico. Todos ellos eran los meteorólogos de su alma exuberante y libre de preocupaciones. Sin embargo, se tomó la sentencia de muerte de la gitana con estoica y divertida gravedad, y comenzó a prepararse para su propio fallecimiento como si se tratara de un viaje a un país fabuloso cuyas fronteras hubieran estado durante mucho tiempo cerradas a los turistas.
-No es más que la última etapa de la vida. La etapa más interesante, me parece –comentó Manu mientras recorrían la calle del Pecado, pasando por sus comercios y bares-. Pero sigue, cuéntame que sucedió después.

Playa nudista

-Conchita, maestra siempre, insistió en que sus nietos le acompañasen a elegir el ataúd y establecer las disposiciones finales para el entierro. Quería que aprendiésemos a no temer a la muerte. Nos hablaba de la inminente compra del ataúd con gran animación y actuaba como si simplemente fuese a confirmar una reserva de hotel al final de un penoso viaje. Pero si estás muy bien de salud, abuela –observó Antonio, mi hermano, alzando la vista hacia ella-. Le he oído decir a papá que vas a diñarla despues de enterrarnos a todos –dijo.
...seguirá.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tengo que reconocer que cada vez que entro en tu blog, no salgo indiferente. Siempre me sorprendes con un tema original, bello.
Tu debes de ser una persona con una vida interior enorme ¿verdad?.
¿Me dejarás conocerte algún día?...
Me gustaría ser como Conchita.

3:26 p. m.  

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