Dame algo por favor

Dame
Fotografí­a: Mario Aparicio

El sol parece sonreir en lo alto observando como un desfile de nubes de algodón juega a dibujar sombras en la tierra, un niño corretea tras las figuras que se alejan intentando atraparlas bajo sus pies dando brincos entre la luz y la sombra.

Camina entre gente alzando sus ojos, escrutando los rostros duros y ausentes que transitan sin querer verle, se echa entonces sobre los escaparates observando las letras de colores y los rostros felices de los carteles, apoya ambas manos sobre el limpio cristal aplastando su nariz sucia y diminuta sobre el, hace muecas a los clientes fingiendo que esta dentro de una pecera, son unos fuertes tirones en el hombro los que lo alejan de aquel juego, sus ojos buscan aquella mano invisible enfrentándose con un gigante vestido de azul, entonces estira su mano pequeñita intentando una sonrisa, mas solo recibe una patada por respuesta.
Desde la esquina un olor dulce enciende un remolino en su vientre, mientras se acerca va rascando su pierna herida con la misma mano vacía. Tras el carrito brillante de maní tostado un gigante blanco va llenando bolsitas de papel, mmmmm,…. el olor es tan bueno, tan dulce, estira la mano nuevamente y tras un rato solo consigue ser ahuyentado con la promesa de un nuevo golpe. Al llegar a la plaza corre tras las palomas que se dan un banquete con las migajas de un anciano, ríe con ganas cuando revolotean sobre su cabeza dejando caer una lluvia de plumas grises y blancas, el anciano lo observa y sonríe tambien, las palomas regresan una y otra vez en oleadas de alas, se pasean moviendo la cabeza nerviosamente mientras esperan ávidas los mendrugos. El anciano toma un puñado generoso y lo extiende en pleno al vacío, un enjambre de aleteos parece encenderse en aquella mano, provocando el asombro inmenso que expresan los ojos del niño, el viejo lo mira satisfecho y extiende la bolsita con migas invitando al pequeño a compartir su pasatiempo, el niño sonríe entusiasmado y llena su mano tanto como puede llevándola rápido a su boca, esperando que las alas le broten mientras mastica una y otra vez los trocitos de pan.