Cualquier parecido...
—Estoy fraguando la idea de una nueva novela sobre la historia “real”, inventada claro, de una ilustre familia inglesa. Es una estirpe aristocrática cuyas raíces se pierden en la historia de los tiempos, muy conocida por todos y, como no, con detractores y hasta “enemigos”.
—No entiendo, ¿cuando dices “enemigos” a qué te refieres? —dijo Manu.
—No entiendo, ¿cuando dices “enemigos” a qué te refieres? —dijo Manu.
—Las mujeres y hombres ilustres, famosos, o ricos siempre desatan envidias, ya sabes, y enemistades; críticas infundadas, etc. —le contesté—. Hasta los más santos varones de la humanidad han sentido en su cuerpo el azote de la ira que provoca en los otros la tristeza y el pesar del bien ajeno, deseo de algo que no se posee. El poder es lo que más se envidia.
— ¿Y sobre cuál familia versará tu novela? —preguntó Manu.
— Aún no está muy claro en mi cabeza, pero sí sé que para que cause revuelo e interés, sobre todo de los editores, debería ser una familia con prestigio y fama. De esta manera podría inventar conspiraciones en su seno con implicaciones internacionales que escandalizasen a sus defensores y alegrase a sus enemigos.
— ¡Vaya, qué complicado! ¿Y qué ocurrirá cuando se sepa la verdad, que todo es invención? —inquirió Manu.
— Nada, harán publicidad gratuita de mi novela y se acabó; un escritor siempre puede decir que es ficción o como dice el cine: “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia…” Y después se olvidarán de la verdad: la verdad requiere demasiado esfuerzo defenderla y más aún estudiarla. La honestidad no está de moda malogradamente, esto es un hecho.
— Pero destruir la buena fama es un delito punible por los tribunales; podrían complicarte la vida.
— Hay maneras para evitar esas cosas, hecha la ley hecha la trampa. Ten en cuenta que desde el Quijote una novela puede decir lo que quiera de quien quiera, otra cosa es la verdad que nada tiene que ver con esto.
Parece mentira pero así son las cosas: cualquier parecido con la ficción es pura realidad. Cuando la cultura brilla por su ausencia la mentira y la ficción se convierten en realidad y, en cambio, un público culto siempre alienta la creatividad.
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