eliópolis: El amor de Tiyi (3)

miércoles, junio 30, 2004

El amor de Tiyi (3)



>>Así como, a veces tras la gota de agua que se cae de una botella se derrama abundantemente su líquido, el amor que sentía yo por él dejó libre toda la capacidad de amar que encerraba mi alma. Entonces mi amor abarcaba al mundo entero sin excepción. Se terminó el baile y nos dispusimos a cenar. Después de la cena volvimos a bailar y a pesar de que me sentía infinitamente feliz, mi felicidad seguía creciendo sin cesar. No hablábamos de amor. Ni siquiera le pregunté si me amaba, ni me lo pregunté a mi misma. Me bastaba quererlo yo. Sólo temía que algún imprevisto viniera a quebrar mi felicidad.

>>Cuando regresé a mi casa y pensé que debía acostarme, me di cuenta de que no podría dormir. Tenía en las manos el abanico , lo contemplaba y sin cerrar los ojos, lo veía delante de mi.
>>Entonces yo vivía sola con mi difunto hermano, que no era aficionado a la vida social ni acudía a las fiestas. Mi hermano dormía, contemplé su cabeza hundida en la almohada y sentí una gran ternura, pues él no conocía ni compartía aquella felicidad que me embargaba a mi. El siervo que teniamos de lacayo había salido a recibirme con una vela y me quería ayudar a desnudarme, pero le di permiso para que se retirara. Su rostro soñoliento y sus enmarañados cabellos me conmovieron. Me dirigí de puntillas a mi habitación, esforzándome por no hacer ruido, y me senté en la cama. Realmente, era demasiado feliz, no podía dormir. Salí a la calle. Y me encontré con una multitud que seguía a unos soldados. Todos gritaban y se apiñaban para poder presenciar el castigo de un hombre que al parecer habían encontrado robando. Al acercarme pude ver que el que golpeaba cruelmente al desgraciado era el padre de mi amado.
>>Compasión, hermanos compasión –Decía el prisionero.
-Ya te voy a dar a ti compasión –oí que decía airado mientras golpeaba la enrojecida espalda con un palo el padre de Amen.
>>Me vio e hizo como si no me reconociera. Frunció el ceño, amenazador y enfadado. Me volvió la espalda inmediatamente. Me sentí tan avergonzada que no sabía donde poner la mirada y me apresuré a regresar a casa.

-¿Y que pasó con su amor? –preguntamos.
-¿Con mi amor? Desde aquel día empezó a menguar. Cuando él se quedaba pensativo, la sonrisa en los labios, cosa que le ocurría con frecuencia, en seguida me venía a la memoria su padre golpeando aquel pobre hombre y me sentía turbada. Aquello me resultaba muy desagradable, y comencé a espaciar las citas con él. Así el amor se fué esfumando. Ya ven, pues, qué cosas ocurren y de qué modo unos hechos fortuitos pueden hacer cambiar la vida de una persona.Así terminó el relato.

Akhenatón

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Es curioso el interés que ha despertado este personaje últimamente. Al parecer recientes descubrimientos hablan de la posibilidad de que Akhenatón fuese asesinado.

Animo.

4:04 p. m.  

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