eliópolis: 06/01/2006 - 07/01/2006

domingo, junio 25, 2006

El Principado de Hunza

Al noreste de Pakistan existe un pais pequeño y poco conocido, es el que hasta 1997 fué Principado de Hunza. Tiene frontera con India, China, Afganistán y Pakistán.
El aspecto de sus habitantes y el misterio que les rodea han provocado la imaginación de su pueblo que creó leyendas para explicar estos misterios. Se dice que los primeros habitantes de este maravilloso valle fueron tres oficiales del ejercito de Alejandro Magno que al pasar por el lugar decicieron quedarse allí con sus tres esclavas que hicieron esposas. Sea cierta o no lo que está claro es que Alejandro pasó por este valle para llegar a la India.
Sólo hay tres pasos para acceder al valle, uno desde la China y otros dos desde Pakistan, por el norte y por este.

Están rodeados por culturas, razas y religiones diversas más que ningún otro pueblo. Su aspecto es indoario y su lengua única, sin escritura pero con treinta formas para el prural, y cuatro géneros. Su idioma , el burushaski , no se relaciona con ninguna otra lengua conocida. Su piel es clara, más que cualesquiera de sus vecinos, y de estatura más elevada aún que los mismos afganos; las facciones, más caucásicas que mongólicas; la nariz recta, y prominente; los ojos , oscuros y profundos, no son rasgados.

La ruta para llegar hasta el valle es peligrosa hasta para las mulas que en múltiples ocasiones caen por los precipicios cuando los rafiks no aguantan el peso y se desmoronan.


Esta roca tiene un grabado geroglifico antiquisimo en el que se ve a una especie de gigante como los que mencionan los indios cuando se refieren a unos arios que por el norte les invadieron y enseñaron múltiples ciencias.

Su promedio de vida es muy alto y no sufren enfermedades, otro misterio. En cuanto a sus creencias son Ismailitas una secta Islámica Shia seguidores del Aga Khan.


Hace unos 50 años este pais era un paraiso donde sus habitantes vivian más de cien años pacificamente, sin enfermedades, sin ejercito, sin policia.. hoy día no queda casi nada de todo eso, sus vecinos han conseguido contaminarlos de tal manera que no son ni la sombra de sus antepasados.


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miércoles, junio 21, 2006

Más de Dr. House





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domingo, junio 18, 2006

Bobby McFerrin



¿Es...dificil hablar de lo simple? Lo incomplejo puede ser muy complejo. Bobby es así: simple pero complicado, genio pero accesible, profundo pero feliz. Si se pudiera definir con una palabra esta seria...genial.

Es hijo del primer baritono de color y ha demostrado que es un compositor, cantautor y director musical de los más grandes de los últimos tiempos. Tiene algo indescriptible, su mirada, su expresividad, su sonrisa. Podría ser lo que quisiera como todos los grandes genios de la historia.

Su forma de vida ha creado una filosofía que algunos imparten como asignatura de la vida. Es un iluminado en ciertos aspectos. Cuando te mira y te sonrie, o te censura, o simplemente te ignora, sabes que es un ser especial al que le permites todo. Si quisiera fundar una religión en pocos años tendrias tantos creyentes como algunas despues de 2000 años.


Ahora está en su mdurez artistica y sería un privilegio poder estar cerca de él cuando dirige. La proxima cita europea será en Paris en el 2007.


Hush_ Little_Baby



Posted by Gardener



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sábado, junio 17, 2006

House


BABA O’RILEY

Pete Townshend




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He de reconocer que me gusta el personaje. Se me cae la baba cuando, al final del capítulo catorce de la serie estadounidense de gran éxito, va el adorable cabronazo hijode y aterrador del doctor Gregory House tocando el órgano imaginario (¡quién no lo ha hecho, e incluso cosas peores!) en que se ha convertido su mesa al son de los primeros compases de Baba O’Riley.
La música acaba cuando su jefe, un orondo afroamericano (tenía tantas ganas de utilizar ese eufemismo que lo hubiese puesto aunque fuese blanco) ahoga la entrada de la batería bajo el peso leve de su dedo índice. Ambos se detestan, no es una sorpresa, y valoran dialécticamente el tamaño de sus pe..neblos para afirmar su poder respectivo y enarbolar la bandera de la discordia. Me gusta la serie, está bien, es diferente. ¡A ver si os enterais de una vez que los médicos son dioses!
Parece que de pronto la televisión americana ha decidido que la música de The Who es conveniente para sus intereses y nuestros oídos.



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Poesía arménia





Hrand Nazariantz nació en 1880 bajo el cielo de Constantinopla, la vieja capital del Imperio Otomano, donde su padre había sido exiliado por defender la independencia armenia. Nazariantz se crió entonces en tierras lejanas y mutilado de sus orígenes.El poeta vivió su exilio con pasión. Más tarde refugiado en Europa, como muchos kurdos y otras minorías otomanas, la herida siguió abierta. Luego se instaló en Italia, fue perseguido por el fascismo y en 1951 publicó el manifiesto del Graal. Murió en Bari en 1966.
Nazariantz es un poeta lírico que arde al tacto. Es el poeta Cósmico. La tradición poética armenia lo inunda, junto a un cierto nacionalismo romántico de principios de siglo y de exaltación patriótica.El pueblo armenio en su historia vivió grandes tragedias. Fueron aplastados por los mongoles en el siglo XIII, luego deshechos por innumerables terremotos e invasiones turcas. En ese sentido, la influencia más fuerte de Nazariantz es Nahabed Kutchak, quien desde el siglo XVI hasta hoy, ha sido el primero de un pueblo exiliado.Armenia vivió además uno de los genocidios más crudos del siglo veinte. El Imperio Otomano se caía a pedazos. Sus dirigentes turcos ahogaban en sangre todo intento de independencia. Ante la ola de nacionalismo armenio, masacraron a un millón y medio de personas durante la primera guerra mundial. El recuerdo sigue vivo y se adhiere a las iglesias. Por esos años, poetas como Varoujan, Sevak, Siamanto, fueron asesinados en Estambul.
Sin embargo el ímpetu de Nazariantz no se resume al exilio. Sus versos son una profusión constante de misticismo lírico y amor universal. Como se lee en los poemas aquí adjuntos, Nazariantz alcanza grandes vuelos poéticos.Por la vía de los grandes textos vanguardistas, en 1951 proclamó el manifesto del Graal. Allí, numerosos escritores italianos y franceses declararon su fe en la poesía en cuanto religión y modo de vida. Creían en el rol del poeta como mensajero hacia una comunión fraterna.Nazariantz dirá que la poesía es "la copa que se eleva al cielo para recoger las lágrimas de las noches y la sangre de la aurora divina". El arte marca el gran ritmo del hombre y el Cosmos, la unidad de la creación.En el libro El gran canto de la tragedia cósmica se siente con todo su peso el ocultismo simbolista. Es evidente la influencia del simbolismo francés en la obra de Nazariantz, como en muchos contemporáneos. Nazariantz había participado en la escuela simbolista de Estambul en su juventud. La teosofía y la masonería estuvieron muy ligadas a las élites creadoras, sobre todo en Italia. Por su influencia, legaron un ideal de fraternidad universal, con un prisma religioso e iluminado.
Oh, qué triste es morir en el destierro
Cuando el alma se ausenta
Por caminos desiertos.
Oh, qué triste es morir en el destierro
Cuando fiebre y cansancio
Nos dejaron rendidos.

En el atardecer, sobre las viejas
Calles está lloviendo.
Con su llanto
La lluvia azota, azota los cristales
Y el corazón castiga.
Hermano mío :
Triste y terrible cosa,
Retornar a las sombras de la muerte
Cuando se gime en los caminos
Del ostracismo.
Amarga contemplarcon nuestros ojos húmedos, los ojos
Incinmovibles de la negra Muerte,
Y sentir cómo el alma languidece
Para acabar con tal languidecer.
Qué triste, hermano mío, partir solo
Cuando en la sombra el
Mal nos acomete.
Llueve...
Muere la tarde : y con su llanto
La lluvia azota, azota los cristales.
Oh, qué triste es morir en el destierro.


Yo pienso en el morir de los poetas
Yo pienso en el morir de los poetas
Allá en lejana tierra abandonados.
Pienso en sus almas anhelantes, como
La brisa que aletea en el ocaso.
Pienso en su dulce y grave palidez,
Su palidez tardía, que en el velo
Flotante de sus ojos agoniza.
Pienso en el tenue, voluptuoso aliento
Que se desprende de sus labios lívidos
Por el deseo, pétales de escarcha
Sobre el recio cristal del infinito.

Mater dolorosa
Sé que me esperas, madre, allá a lo lejos,
Envuelta en tu tristeza vigilante.
Sé que me esperas, madre, acongojada,
Vertiendo la pureza de tu llanto
En las urnas sagradas del dolor.


Fragmento del XII° motivo del"Gran canto de la tragedia cósmica"

Oh, Elegida! Es necesario Para ascender al futuro, Futuro gozoso y florido, Destruir y aniquilar Desde el fondo de nuestras desventuras El trágico sigilo del silencio. La palabra sagrada y efusiva Inicia el grande Ritmo de encantamientos.

¡Oh, Elegida!
Tú has sido
Reclamada por la alegría humana,
Virgen bendita, amada entra las vírgenes.
Al igual que una lámpara viva
Me descubres el mundo
De los cementerios fríos
Donde se remecen los callados.
En los altares arde
La llama de las estrellas.


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lunes, junio 12, 2006

Madame Butterfly


Pude asistir al ensayo general de la opera de Puccini Madame Butterfly. La música de este compositor es simplemente excepcional por la variedad de ambientes que logra crear y la diversidad musical alrededor del más puro canto italiano. Algunos temas bellisimos, casi religiosos, encantadores y otros frescos como la vida, simplemente maravillosa. Fiorenza Cedolins está sublime en su papel de Madame Butterfly (Cio-Cio-San), su voz encaja perfectamente, llena el escenario de una manera mágica. Su presencia es inigualable, dibuja inigualablemente el personaje. Richard Leech a duras penas logra alcanzar la altura de la jovencisima Fiorenza, tarea dificil.

Madama Butterfly (1904), la famosa ópera de Giacomo Puccini con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giocosa, nos explica la patética historia de una jovencísima geisha de Nagasaki, Butterfly (Cio-Cio-San), que confía ciegamente en el amor y en el retorno de un cínico oficial de la Marina americana, Pinkerton, que se ha casado con ella según una ley japonesa que le permite el repudio y ha regresado a su país. Cuando descubre que el hombre a quien ama incondicionalmente vuelve casado con una americana y pide hacerse cargo del hijo que ella ha tenido durante su ausencia, pone fin al sueño occidental que la ha poseído, recupera el mundo japonés que le es propio y se hace el haraquiri.
La obra se centra esencialmente sobre el personaje de Cio-Cio-San, poseedora de una capacidad de amar y una delicadeza admirables, y a cuya sombra actúa con inteligencia y ternura la criada Suzuki; los otros personajes tienen menos relieve –el teniente Pinkerton, y Sharpless, cónsul de los Estados Unidos en Nagasaki– o son simples elementos pintorescos, como el casamentero Goro o el rico príncipe Yamadori. Por ello ha sido definida como un magnífico «monodrama», en el que la música tiene como único fin expresar la historia interior de la protagonista. La delicada partitura –con elementos de refinado exotismo– se adecua así perfectamente a la figura de la frágil y sensible protagonista.
Puccini, ya famoso y querido por éxitos anteriores como La Óveme o Tosca, había quedado muy impresionado por la obra teatral del mismo título del dramaturgo americano David Belasco que presenció en Londres en 1900.

La sentimental historia de la japonesa seducida y abandonada, que finalmente se quita la vida, se adecuaba perfectamente a su extraordinaria capacidad de conmover musicalmente que ya había demostrado en los teatros de ópera de todo el mundo. La ambientación exótica en un Extremo Oriente entonces en plena moda en Europa (Pierre Loti, Sullivan, Mascagni, etc.) también influyó en esta opción. A partir de la versión definitiva de 1906, se convirtió en pocos años en una de las partituras más representadas de toda la historia de la ópera.


Acto I
Pinkerton, joven teniente de la Marina norteamericana, ha encargado al alcahuete Goro le organice un casamiento circunstancial con una geisha, Cio-Cio-San, también conocida como Madama Butterfly. El teniente quiere una compañera durante su estancia en Japón, antes de volver a su país y casarse de verdad con una americana. Llega la novia con sus parientes y preparan la casa para la ceremonia, que se celebra con todas las formalidades y la asistencia del cónsul norteamericano, Sharpless. El tío bonzo de Cio-Cio-San irrumpe en la fiesta furioso, indignado porque la muchacha ha renunciado a su cultura y a su gente por un extranjero. Antes de salir, la maldice y la deja en un estado de gran abatimiento. Pinkerton consuela a la muchacha, la abraza amorosamente y la invita a entrar en la casa para pasar la noche de bodas.
Acto II
Hace tres años que Pinkerton se fue y Butterfly todavía cree en su retorno. La muchacha vive casi en la miseria con su fiel criada, Suzuki, y el hijo que tuvo del teniente. El cónsul, Sharpless, intenta convencer a Butterfly de que se case con un príncipe rico, Yamadori, del que la muchacha no quiere saber nada. Intenta explicarle, sin lograrlo, que Pinkerton no volverá y que, si lo hace, no será para verla de nuevo. Cuando las dos mujeres vuelven a estar solas, se escucha un cañonazo desde el puerto y reconocen un barco americano. La alegría enorme de Butterfly contagia a Suzuki, y ambas decoran la casa con flores mientras esperan la llegada de Pinkerton.
Acto III
Agotada de la larga vela, Butterfly se retira a reposar justamente cuando llegan Pinkerton y Sharpless, acompañados de una mujer americana que permanece en el jardín. Suzuki comprende que es la esposa de Pinkerton, el cual se siente incapaz de resistir la presencia de Butterfly y se va. Butterfly también lo comprende todo al salir de su habitación: no solamente le piden que renuncie a su esposo, sino también a su hijo. Butterfly declara que el pequeño estará a disposición de su padre al cabo de media hora. Una vez sola, coge la espada de su padre y, tras despedirse de su hijo, se hace el haraquiri. Cuando vuelve a la casa, Pinkerton la encuentra muerta.
El director musical Ybes Abel es encantador y dotado de un don.

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domingo, junio 11, 2006

Las Columnas de Hércules





"Ibi deficit orbis" Era la inscripción que estaba grabada en las rocas que la fábula llama Columnas de Hércules según la tadición mitológica, que quiere decir : "Aquí concluye el mundo"
Hécules, benefactor de los humanos, abrió con sus propios brazos lo que ahora es el estrecho de Gibraltar para que el mar pudiese entrar y formar lo que ahora son los numerosos mares internos de Europa. Más allá no hay nada, decían los marinos.
En los reales españoles aparecían dichas columnas con una banda ondulada en la que había una leyenda: Plus ultra, desplante español al mundo al haber descubierto el mundo desconocido Más allá es nuestro nuevo mundo. Y así se ve en el Real .Del cual, por cierto, viene el signo del dolar que en un principio eran dos barras, las columnas de Hércules, y la cinta española del Plus ultra, pero más tarde le quitaron una barra para que quedase como ahora lo representamos.
Y el concepto de bit tan actual por la informática tambien viene de aquí.

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miércoles, junio 07, 2006

666

Es el nombre de la primera bestia. San Juan acabó sus días escribiendo El Apocalipsis. Sueños e interpretaciones confusas de sus miedos y dudas. Vivió muchos años.
Fue San Juan Evangelista natural de Betsaida, a orillas del lago de Tiberíades o de Galilea. Por tanto, de la misma patria de San Pedro y de Santiago el Mayor, de quien era hermano. Nació pocos años más tarde que el divino Maestro. Sabido es que los dos hermanos, hijos de Zebedeo y Salomé, fueron llamados por Jesús "hijos del trueno", por su entusiasmo y fogosidad. Pescadores ambos, como su padre, robustos y vigorosos, es decapitarlo Santiago por orden de Herodes Agripa, en el año 42, pero Juan alcanza una longevidad casi centenaria. No es correcto, pues, atendidas todas estas circunstancias, representar "el más joven de los Apóstoles" con una figura femenil y enfermiza. Distinguióse, además, por su temperamento sereno y por su talento elevado, que -aparte la inspiración divina- le hizo gran teólogo. No es lógico, por consiguiente, que lo imaginemos tímido y endeble. [seguir leyendo]




Pedro, Santiago y Juan formaron el grupo predilecto de Jesús. Los tres presenciaron su Transfiguración, le acompañaban en el momento de la resurrección de la hijita de Jairo, fueron testigos de su agonía en Getsemaní.
Entre las predilecciones particulares que el Maestro reservó a Juan, recordemos que en la última Cena le dejó reclinar la cabeza sobre su costado, que fue el único discípulo suyo que estuvo al pie de la cruz, que poco antes de morir en ella le dejó encomendada a su Madre...
Junto con Pedro -con el cual guardó siempre la más íntima amistad- preparó por encargo de Jesús la Cena pascual y comprobó que el sepulcro estaba vacío en la misma mañana de la Resurrección.
En los episodios posteriores a ésta, los dos aparecen constantemente juntos, defendiendo, por ejemplo, a Jesús ante el Sanedrín y soportando sus increpaciones. A los dos hallamos juntos predicando y bautizando a las muchedumbres, en los días inmediatos a Pentecostés. Los dos van a Samaria para invocar allí al Espíritu Santo sobre los ya bautizados, es decir: para administrarles la Confirmación.
Desde los indicados días de Pentecostés hasta iniciados los últimos treinta años del siglo apostólico, un silencio casi absoluto rodea a San Juan, por parte de la Tradición y por parte de la Escritura. Sabemos, sí, que predicó en Samaria, que asistió al Concilio de Jerusalén el año 50, que vivió al lado de María, beneficiándose del dulcísimo testamento de Jesús Crucificado.
Vida muy recogida la suya, lo mismo antes que después de la Muerte y Asunción de la Virgen. Predicación en ambientes muy modestos y semiolvidados...
Pero en el ocaso del primer siglo cristiano reaparece con toda su prestancia la figura de Juan; reaparece nada menos que dominando el fin de la era apostólica con una majestad incomparable, debida al poder de su palabra, al prestigio de su autoridad.
En un momento que es difícil precisar, entre la muerte de San Pedro y San Pablo y la ruina de Jerusalén, fue Juan a establecerse en Éfeso. Probabilísimamente hacia el año 68. Siguióle, en emigración, una verdadera colonia jerosolimitana, lo cual se explica perfectamente por el movimiento de dispersión que tuvo lugar en aquellos tiempos de guerra judaico-romana y de crisis de la Ciudad Santa, poco antes de su temida ruina, anunciada por Jesucristo, y consumada el año 70.
Hacia el año 130, San Papías, el famoso obispo de Hierápolis, diócesis de la Frigia, uno de los discípulos inmediatos del Evangelista, en un texto que nos ha sido transmitido por el primer gran historiador eclesiástico Eusebio de Cesarea, habla con profunda veneración de su Maestro fallecido pocos años antes, a quien llama "Juan el Anciano, discípulo del Señor".
Por varias fuentes sabemos la vitalidad de la comunidad cristiana de Éfeso, regida un tiempo por San Pablo, y después por San Juan. La predicación del Apóstol de las Gentes obtuvo en Éfeso éxitos maravillosos, que le hicieron exclamar: "Una puerta grande se me ha abierto.."..
Éfeso era, en efecto, una puerta grande, geográfica y espiritualmente. Situada en la costa jonia, casi frente a frente de la isla de Samos, ocupaba uno de los lugares más aptos como punto de tránsito y actividad comercial entre el Oriente y el Occidente. Y, además, tenía una rica tradición cultural y religiosa. Desde tiempo inmemorial iba siendo un gran foco de inquietudes superiores.
No es extraño que bajo el báculo de Juan fuera muy presto metrópoli de la provincia eclesiástica más activa. Y la figura de Juan se agiganta cuando queda único sobreviviente del Colegio Apostólico, único representante del grupo íntimo de discípulos que había recibido las confidencias del Salvador. Entonces las miradas todas de la Iglesia se dirigieron al Discípulo predilecto.
Cuando habían desaparecido todos los "testigos de la palabra", los oyentes de Jesús, quedaba allí Juan, que había visto al Maestro con sus ojos, y le había tocado con sus manos, y había recogido las últimas palabras de su vida mortal.

Semejantes noticias acerca del prestigio de Juan debieron de llegar al emperador Domiciano. Estamos en el bienio 94-96, que fue el tiempo en que se desplegó su persecución. Ahora bien: sabemos por Eusebio de Cesarea, que el Emperador dispuso la detención de varios orientales, por sospecharles especiales autores de la creencia, muy extendida en Oriente, sobre un próximo reino de Jesús de Nazaret, vástago de David, que abarcaría el mundo entero... Pero ¡cuánto más peligroso juzgaría al anciano apóstol Juan, que llenaba con su fama toda el Asia Menor! Por ello no es extraño que mandara traerlo y procediera con él con verdadero rigor.
Es Tertuliano, el gran apologista (siglos II-III), quien cuenta que San Juan sufrió en Roma la terrible prueba del aceite hirviente. La tradición señala como lugar del hecho la Puerta Latina, o mejor dicho, el espacio que ocupó más tarde dicho portazgo romano: un campo de las afueras de la Urbe, al principio de la vía que atravesaba el Lacio.

Podemos imaginar la escena: El venerable anciano ha sido echado, con las manos atadas, en una gran caldera llena de aceite que hierve y chisporrotea; los verdugos atizan el fuego y le contemplan estupefactos, reza el Mártir con los ojos fijos en el Cielo: se le ve intacto, sereno, alegre.
Se desiste de traer nuevas cargas de leña y de revolver el brasero; es inútil: nada puede hacer daño a la carne virginal de aquel hombre prodigioso; el fuego le respeta y el aceite que arde es para él como un rocío.
Tertuliano lo narra con emoción, añadiendo que el Evangelista, después de haber salido incólume del perverso baño, fue relegado, por orden imperial, a una isla. Consta históricamente que fue la de Patmos, una de las Espóradas, en el mar Egeo, árida, agreste, volcánica; allí tendrá las visiones del Apocalipsis y permanecerá largos meses, hasta la muerte de Domiciano, para regresar a su Éfeso querida, amparado por una amnistía general, decretada por Nerva, benigno emperador inmediato.
La tradición nos ha transmitido un hermoso anecdotario de la última vejez del Apóstol. Entusiasta de la pureza de la fe, no se recató de manifestar su más absoluta repugnancia contra las primeras herejías que en la Iglesia aparecieron.

San Ireneo cuenta que habiendo ido Juan, en cierta ocasión, a los baños públicos de Éfeso, vio que estaba en ellos el hereje Cerinto y salió inmediatamente afuera, diciendo: "Huyamos de aquí; no sea que vaya a hundirse el edificio por haber entrado en él tan gran adversario de la verdad".
Contra Cerinto precisamente, y otros herejes -como los Ebionitas- que negaban la divinidad de Jesucristo, escribió el cuarto Evangelio, a ruegos de los Obispos de Asia.
De espíritu amabilísimo y sencillo, verdadero predecesor del franciscanismo, le gustaba descansar entreteniéndose con una tortolilla domesticada que poseía.
Suavísimo en sus palabras, puesto su pensamiento constantemente en Jesús, en los postreros tiempos de su vida se redujo su predicación a una incesante exhortación a la caridad fraterna. San Jerónimo nos transmite esta preciosa noticia: Cuando ya apenas podía Juan ser transportado a la iglesia y levantar la voz, repetía muchas veces: "Hijitos míos, amaos los unos a los otros".
Unos discípulos le preguntaron: "¿Por qué, Maestro, nos dices siempre lo mismo?".
Y respondió, con sentencia digna de él: "Porque es precepto del Señor, y si se cumple bien, con ello basta".
Es el mismo San Jerónimo el que, en su libro Sobre los Escritores Eclesiásticos, intenta establecer la cronología del cuarto Evangelista y dice que vivió hasta los plenos días del Emperador Trajano (98-117) y falleció sesenta y ocho años después de la Pasión del Señor.
Y el 666 es el valor numérico del nombre "Caesar Nero" en el alfabeto griego.

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lunes, junio 05, 2006

Luces y sombras


“La vida es como unos fuegos artificiales a cámara lenta”, así la describe mi amigo José Luis Martínez en su libro El pergamino de las fantasías mentales. Destellos y sonidos, unos antes y otros después. Si la luz es más rápida que el sonido, cosa que todo el mundo sabe, ¿por qué en la vida oímos antes que vemos el mal que nos acecha?


Que la vida es como luces de colores de duración efímera acompañadas de estruendo es una acertada pincelada para describirla. Entre destello y destello aparece la negrura de la nada como en nuestra memoria viven los recuerdos del pasado: separados por el olvido.


“Más allá, las colinas son como el mar, azules,
Y el sol poniente es rojo, rojo como la sangre.”


Es un fragmento del poema de Mao Tse Tung que escribió durante la Gran Marcha después de cruzar el Paso de Loushan.
La luz y el color movieron a todo un pueblo hacia la revolución, que como alguién dijo, no es nada más que una evolución más rápida.


Acaso no es el eclecticismo imperante hoy día una mezcla de luces y colores, destellos y apagones. Esa amalgama de ideas, algunas contradictorias, contrapuestas, pero que nunca formaran un cuerpo filosófico.

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