Mi querida Nefertiti,
Un solo pueblo, única estirpe... la africana. Nuestras madres vivieron allí. Por eso me resulta infantil y poco serio creer que los pueblos nacen por generación espontánea. Se habla de hicsos , egipcios, hebreos, palestinos, cananeos, nubios y otros nombres para designar a una sola realidad .
En Palestina, a inicios del 6000 a.C., se produce una ruptura de las formas de ocupación y explotación del medio ambiente, pasando de los poblados sedentarios anteriores, que se despoblarán, a campamentos temporales de poblaciones nómadas relacionadas con prácticas ganaderas. La zona del Próximo Oriente presenta unas condiciones naturales muy favorables para el desarrollo de formaciones económicas nuevas al estar situada en la encrucijada de tres áreas biogeográficas diferentes: el marco paleo ártico al norte, la zona africana al sur y la zona oriental o asiática en el suroeste. Las distintas especies vegetales y animales de cada una de estas áreas proporcionan una gran variedad de recursos naturales. Globalmente, puede considerarse que el Oriente Próximo cuenta con tres grandes marcos bioclimáticos.
El primero, situado en el norte, está formado por el arco montañoso que integra las formaciones montañosas del Levante Mediterráneo, el Tauros y el Zagros, caracterizado por una cubierta boscosa y vegetal abundante a causa de los factores (latitud y altitud) que favorecen unas precipitaciones anuales importantes. La vegetación está caracterizada por formaciones boscosas, principalmente de robledos o bosques de pistachos en las zonas más bajas para pasar, progresivamente, a niveles de cedros y abetos en las zonas más altas. En el extremo opuesto y abarcando la mayor parte de la zona meridional del Próximo Oriente se sitúa el área desértica. Los límites septentrionales corresponderían al sur de Jordania, el fuerte codo del río Éufrates en la zona media de su curso y el Zagros a la altura de la ciudad de Bagdad. Esta área se caracteriza por unas precipitaciones inferiores, hecho que impide la existencia de cultivos de secano, ofreciendo unas condiciones muy duras para la vida humana, a excepción de las zonas de oasis. La franja central cubre desde el Sinaí hasta el Khuzistán pasando por la depresión del Jordán, la estepa del norte de Siria (Djezireh) y el monte bajo del Tauros y Zagros. Esta zona está formada por una estepa de robledos y pistachos donde se desarrollan los cereales y leguminosas salvajes y constituye el biotipo de las principales especies animales que verán la domesticación (buey, ovicápridos...). Las precipitaciones son medias, y constituye históricamente la zona de explotación agrícola del Oriente Próximo, aunque actualmente se halle muy degradada a causa de la fuerte reducción de las zonas boscosas por la fuerte explotación antrópica.
Es la región definida por Braidwood como el creciente fértil y la zona nuclear donde se desarrollan las fases iniciales de la neolitización. La reconstitución de las condiciones climáticas durante la transición Pleistoceno-Holoceno, así como las primeras fases de este último en este marco natural, empiezan a ser conocidas con mayor exactitud y ya no es necesario extrapolar conocimientos de otras zonas, principalmente europeas, de las cuales se dispone de un mayor registro. Parece ser que la última fase del Pleistoceno se caracterizaría por una fuerte sequía que cubre el periodo que va desde 17.000 a 12.500 a.C.. El paisaje presentaría, en estos momentos, grandes extensiones de estepa, dominada por las artemisias y los quenopodios, con pequeñas formaciones boscosas que quedan confinadas a las zonas costeras. Las llanuras costeras tienen una mayor extensión al haberse producido un descenso de los niveles de agua marina. Se da, asimismo, un desecamiento de los principales lagos interiores (por ejemplo, el lago de Damasco se seca en torno a 14.000 a.C.). El conjunto de este territorio presentaría unas temperaturas inferiores en algunos grados a las actuales. A partir del 12.000 a.C. se inicia una mejoría climática, inicialmente con un desarrollo lento, indicado por un primer desarrollo de la cobertura vegetal, y, a partir del 10.000 a.C. hasta el 8500 a.C. con mayor fuerza, fase que coincide con el óptimo climático. En este último periodo se da un fuerte crecimiento de la vegetación, con una máxima expansión del bosque que coincide con el máximo aumento de humedad. Estas características se ven confirmadas tanto por el registro faunístico a nivel macro, con la presencia abundante de especies de hábitat boscoso y ambiente húmedo (Bos, Cervus, Capreolus...), como por el registro de la microfauna.
Este periodo favorece extremadamente el desarrollo iniciado en la fase climática anterior de máxima expansión de los cereales salvajes. A partir del 8000 a.C. y hasta el 6000 a.C. se produce una evolución climática más suave y difícil de interpretar. Las variaciones climáticas son menos marcadas, con pocos cambios de flora y fauna. Se constata, asimismo, una intervención más marcada del hombre, con una fuerte deforestación vinculada tanto a la extensión de las áreas de cultivo como al progresivo desarrollo de la ganadería. En síntesis, se observa en el Próximo Oriente una fuerte fase de clima seco, durante los últimos momentos del Pleistoceno, seguida de una mejora climática, inicialmente lenta, pero posteriormente con mayor incidencia, coincidiendo con una fase de optimum climático que favorece la creación y afianzamiento de unas condiciones que van a perdurar posteriormente, aunque en ellas el impacto del hombre será cada vez más notable.
Ya he dicho antes que en el Paleolítico egipcio se conoce ya la domesticación de ciertas especies vegetales. Sin embargo, el verdadero proceso de neolitización comienza hacia el 5500, con las culturas de El Omari en el norte y el Badariense en el sur. Esta constatación puede ser interpretada de formas diversas, pero entre ellas cabe pensar que la producción agrícola requería mayor esfuerzo laboral que la economía de caza y recolección, de ahí que no se implantara. Solamente cuando la naturaleza empezó a escasear, las comunidades hubieron de resignarse y comenzó la explotación agrícola más sistemática, que obligaba a un trabajo más intenso para obtener una dieta alimenticia similar a la que antes se conseguía mediante la caza y la recolección. Como ocurría en Mesopotamia, también en Egipto se puede diferenciar la secuencia cultural del norte y del sur. El limo depositado en el norte impide una exploración arqueológica eficaz, de ahí la menor densidad de yacimientos, que se internan, además, poco en el Delta. Suelen ser más extensos que los del sur y quizá por ello también estén más distanciados unos de otros. La economía doméstica de carácter comunitario se pone de manifiesto, por ejemplo, en el empleo de graneros colectivos. No obstante, en el sur conocemos mejor las necrópolis que los poblados. A través de ellas parece documentarse un proceso de complejidad social más avanzado y acelerado que en el Bajo Egipto.
Atribuir los diferentes ritmos de desarrollo a causas externas, como penetración de gentes asiáticas, presenta dificultades, pues el proceso que analizamos está más avanzado en Mesopotamia que en Egipto, por lo que la zona norte, lógicamente de haber existido contactos, debería estar más desarrollada que el Alto Egipto. A pesar de ello, muchos investigadores sostienen que la deuda contraída por Egipto con Mesopotamia en el tránsito hacia las formas de vida urbanas es grande. A nadie se le oculta que el problema subyacente en estas posiciones teóricamente irreconciliables es consecuencia de la oposición entre dos formas de interpretación de los procesos históricos, una difusionista, predominante durante los dos primeros tercios del siglo XX, y otra autoctonista, que ha hecho furor desde la década de los setenta. Ambas están sometidas a unos parámetros que dependen de la realidad histórica en la que están inmersos los propios investigadores; por ello, si el difusionismo es fruto del pensamiento que se genera en la Europa de los imperios coloniales, el autoctonismo es consecuencia de la experiencia descolonizadora, y en esa dimensión no son proposiciones opuestas, sino espacios convergentes de la misma cara de la moneda. La opuesta ha de estar ocupada por la interpretación de quienes han sufrido la explotación colonial. El periodo predinástico egipcio se divide en cuatro fases consecutivas: predinástico primitivo, predinástico antiguo, predinástico medio y predinástico reciente. El predinástico primitivo se conoce en el sur como badariense, por el yacimiento de Badari; mientras que en el norte es denominado Fayum A o merimdense, respectivamente por el yacimiento de El Fayum o por el de Merimde-beni-Salama. El predinástico antiguo está representado únicamente en el Alto Egipto y se conoce como cultura amratiense (4500/4000), llamada también Nadada I. Esta cultura es sustituida por el geerzense (4000/3500), que procede del norte y que provoca la unificación cultural de todo el valle; el geerzense corresponde al predinástico medio, conocido también como Nadada II. Finalmente, el predinástico reciente o gerzense reciente (3500/3150) presenta bastante homogeneidad en todo el valle, hasta que desemboca en la época dinástica, el Egipto unificado.
Durante el predinástico primitivo del norte, la población vive en cabañas circulares fabricadas con caña y no se distingue jerarquización entre ellas, muestra, por otra parte, de la inexistencia de una especialización laboral que no esté sometida a los condicionantes del sexo o la edad. El excedente productivo obtenido de las tareas agrícolas se almacena en graneros colectivos y los restos de huesos demuestran la existencia de ganado porcino, ovicápridos y vacuno; sin embargo, la caza juega un papel importante aún en la obtención de proteínas. La creencia en una vida de ultratumba parece confirmada por la deposición de granos junto a la cabeza de los difuntos, que se entierran en el poblado, o en sus proximidades, de costado en posición fetal y con una mano cerrando la boca. En el Alto Egipto, el badariense parece más evolucionado. Sus cerámicas son muy características, de color rojo, con borde negro y se mantienen a lo largo del predinástico. El metal ha hecho acto de presencia, pero la mayor parte de los útiles sigue siendo de sílex; de piedra se fabrican también las paletas para los afeites de maquillaje, cuyas representaciones iconográficas en los períodos sucesivos serán de gran utilidad para reconstruir la secuencia histórica.
Por otra parte, las relaciones comerciales desbordan las márgenes del río y, a través del Wadi Hammamat, mantienen contactos más o menos frecuentes con el Mar Rojo, al igual que con el sur. De todas formas, el modo de vida de estas poblaciones ha hecho suponer a algún investigador que no habían adquirido la sedentarización permanente, y que podríamos estar ante establecimientos temporales. Ya se ha adelantado el hecho de que el predinástico antiguo sólo es conocido en el sur. No se ha descubierto en el Bajo Egipto ningún yacimiento correspondiente a este período. En el Alto Egipto, la cultura de Nagada I o amratiense sucede sin ruptura a las tradiciones badarienses, aunque se trata de una sociedad más avanzada. Aún se sigue empleando la piedra con mayor frecuencia que el metal y la caza continúa siendo determinante en la dieta alimenticia. A pesar de todo ello, aparentemente hay una intensificación en la especialización laboral, se incrementa la participación de la ganadería en la obtención de proteínas y esto gracias al incremento de la productividad agrícola. También se aprecia en este momento el tránsito de la cabaña redonda a la casa de adobe con planta rectangular, expresión de modificaciones en las relaciones familiares y sociales. La aparición de las mazas de piedra, símbolo quizá del poder unipersonal, ha hecho suponer a algunos autores que nos encontramos ante formaciones estatales. Sin embargo, no hay una diferenciación social acusada ni en el hábitat, ni en las necrópolis; ignoramos si existe jerarquización entre los poblados; no hay constatación de trabajo artesanal a tiempo completo y, en definitiva, no detectamos la existencia de clases sociales. Parece evidente que existe un poder unipersonal, depositado en un jefe de aldea, pero a su entorno no se ha desarrollado un grupo dominante, ni mucho menos un aparato estatal. El predinástico medio es más conocido como gerzense, por el yacimiento de El Gerza que está cerca de El Fayum, pero en realidad ignoramos dónde tiene sus inicios, pues algunos autores piensan que su cuna está a la altura de Luxor. Prácticamente todas las ramas del artesanado adquieren un desarrollo tal que podemos afirmar que nos encontramos ante artesanos especializados que dedican ya la totalidad de su actividad laboral a una sola empresa. Estaríamos, pues, ante una sociedad estratificada, en la que las diferencias aparecen ya manifestadas en el ajuar funerario, caracterizado en las tumbas ricas por la presencia de oro y lapislázuli, además de objetos de cobre. Pero además, las unidades de producción parecen haber adquirido cierta conciencia en torno a un líder, si es correcta la interpretación de los diferentes símbolos que aparecen sobre los barcos de las pinturas representadas en las cerámicas: la mayor parte de los autores parece estar de acuerdo en que identifican a los nomos, circunscripciones territoriales en las que estaba dividido Egipto en época histórica. Por otra parte, los gerzenses dominaban la talla de la piedra, según se aprecia en los vasos de gran calidad, que siguen las técnicas del Bajo Egipto y que ponen de manifiesto la unidad cultural del Nilo. Sin embargo, esto no significa que nos hallemos ante la unidad política que defienden algunos autores; a lo sumo podríamos admitir que hay dos confederaciones o dos unidades políticas enfrentadas que resuelven violentamente su confrontación hacia finales del milenio. La cultura del gerzense reciente afecta también a la totalidad del valle, según se desprende del triunfo simbólico de la cerámica del norte que sustituye a la del sur, o la suplantación de la maza troncocónica del sur por la piriforme del Bajo Egipto. Muchos egiptólogos aceptan ya la existencia de un reino unificado en torno a Heliópolis, en el norte, lo que se opone a la información de la Piedra de Palermo, según la cual, en este momento habría siete monarcas en el norte y cinco en el sur. No sabemos en realidad qué ocurrió entonces desde el punto de vista político. La representación de la figura humana se convierte en un tema frecuente que no se puede separar de la concienciación de la personalidad individualizada, una realidad ajena a toda experiencia simbólica previa. En cualquier caso, desde el punto de vista político, lo más interesante del gerzense reciente se desprende de la llamada maza piriforme del rey Escorpión. Tres registros en la parte conservada proporcionan una lectura extraordinariamente rica: en la parte superior están representados los emblemas de los nomos del Alto Egipto y las poblaciones derrotadas del Delta. En el registro siguiente, el rey Escorpión, tocado con la corona blanca del Alto Egipto, abre un canal ante una comitiva. Por último, en el tercer registro, una escena agrícola parece documentar la propaganda del bienestar generado por el triunfo del rey Escorpión. Ciertamente no tenemos la seguridad de que este faraón lograra la unidad, pero sus expresiones formales pueden ser interpretadas en esa dirección.
Todo parece indicar que los nomos del Delta, en los que aparentemente se desarrolla una cultura diferente a la gerzense, que conocemos como maadiense, fueron atacados y vencidos por una coalición de nomos del sur capitaneados por un monarca que los había sometido previamente a su poder. Sea como fuere, la unidad territorial del Alto y del Bajo Egipto si no es ya una realidad, es -al menos- una contingencia prácticamente inexorable.Por muy familiar que nos resulte, la organización social bajo la forma de estados es muy reciente. En realidad, resulta una etapa mínima en la historia de la humanidad y, sin embargo, está tan sólidamente arraigada que su legitimidad y universalidad parecen indiscutibles. Las circunstancias que concurrieron en la transformación de sociedades más o menos igualitarias en sociedades complejas con estado fueron múltiples y dilatadas en el tiempo. Es más, parece probable que las circunstancias en cada caso fueron diferentes o incidieron con desigual intensidad, de manera que son irrepetibles. Esta constatación se utiliza en la actualidad como argumento fundamental para negar la posibilidad de elaborar modelos teóricos que expliquen este trascendental paso en la historia de la humanidad, como si las variables de cada ejemplo impidieran detectar el denominador común.
Es en el mundo próximo oriental donde por primera vez aparece el estado, cuyo significado no puede ser comprendido si no es en relación con la forma en que surge. Únicamente desde esa dimensión se puede apreciar su valor y su función real. Cualquiera que tenga una mínima sensibilidad histórica habrá de descubrir aquí un mundo apasionante que proporciona claves inteligentes para la comprensión del proceso histórico. Pero es que además, es en el Próximo Oriente -Mesopotamia y Egipto- donde por primera vez se pasa de pequeñas unidades de producción, de carácter estatal, hasta formaciones complejas que abarcan bajo un mando único antiguas unidades autónomas. Por tanto se experimenta no sólo el paso de la aldea a la ciudad, sino también de la ciudad-estado al imperio, en modalidades diferentes hasta el imperio territorial, que es su manifestación más opresiva. Si estos ejemplos pueden ser significativos en el orden político, podemos imaginar la riqueza que pudo haberse alcanzado en el ámbito de la supraestructura ideológica, por no mencionar más que una parte más de la realidad. En otro orden de cosas, la interacción cultural entre las áreas circunmediterráneas fue tan intensa en los milenios previos a nuestra era que la conformación del mundo clásico tiene contraída una deuda que sólo se puede saldar valorándola en su justa dimensión. Para ello es necesario conocerla. Pero incluso aunque no existieran préstamos e interferencias, la mera yuxtaposición de las diferentes modalidades en las que se organizaron las comunidades humanas resulta tan expresiva que alcanzamos a comprender mejor la cultura clásica oponiéndola a los sistemas experimentados por las comunidades del Próximo Oriente. El conocimiento, pues, de las realidades ajenas es un instrumento utilísimo para comprender mejor nuestra propia dimensión histórica. Pero, sin duda, es el ejercicio de la inteligencia el mejor servicio que nos puede aportar el estudio de las civilizaciones próximo orientales, un reto permanente entre la pasión y la dificultad de hacer historia.Las poblaciones que vivieron en estas regiones son de muy variada procedencia. Por lo que respecta a Egipto, la investigación trabaja activamente en la determinación de los caracteres de sus más antiguos pobladores. Frente a las opiniones tradicionales, parece ir afianzándose la idea de un componente negro africano desde el predinástico, partícipe en la estructura poblacional, que afecta a todos los grupos sociales, incluidos los propios faraones. La resistencia que aún se aprecia para aceptar esta realidad en ocasiones parece más consecuencia de deformaciones racistas que de argumentos científicos sólidos. Sin embargo, es necesario al mismo tiempo admitir que el valle del Nilo estuvo más abierto al mestizaje de lo que habitualmente se piensa. La lengua que se hablaba en el Egipto faraónico tiene una sintaxis precedente de la de las lenguas norteafricanas y de las semitas, pero ello no debe distorsionar la correcta percepción de la realidad, que es el estrecho parentesco que la vincula a otras lenguas africanas, aunque obviamente este extremo también está sometido a discusión entre los especialistas.
En el Próximo Oriente Asiático la mayor parte de la población es de origen semita, razón por la que las distintas lenguas habladas por ellos están emparentadas entre sí, pudiendo ser agrupadas en tres ramas lingüísticas: el semita noroccidental, el semita meridional y el semita oriental. Del primero proceden el cananeo (amerita, ugarítico, fenicio, hebreo) y el arameo, que serán las lenguas dominantes en la región sirio-palestina. El semita meridional dará lugar a los distintos dialectos arábigos, mientras que el semita oriental será el precedente de las lenguas más importantes habladas en Mesopotamia, el acadio, del que derivan el asirio y el babilonio. A estas lenguas hay que añadir una de origen desconocido, el sumerio, que fue dominante en el sur mesopotámico hasta su desplazamiento por el acadio y, por otra parte, las lenguas del tronco indoeuropeo, que hacen su aparición en este escenario por la inmigración de fuertes contingentes en distintas etapas, quizá desde Anatolia oriental, que algunos ahora defienden como su cuna originaria, de la que saldrían acompañando a la agricultura, como difusores del neolítico. En cualquier caso, no aparecen documentados hasta bien avanzada la Edad del Bronce. Unos, los luvitas y los hititas, dominarán la meseta de Anatolia a partir del 2000 aproximadamente, estableciéndose junto a antiguas poblaciones hatti (a no ser que se esté duplicando una única realidad); los otros, iranios -sobre todo medos y persas-, se asentarán poco a poco en el cambio del segundo al primer milenio en el altiplano al que otorgarán definitivamente su nombre. Finalmente, es necesario mencionar otros grupos lingüísticos, como el de los hurritas, omnipresentes en la historia del Próximo Oriente, desde los archivos del palacio de Ebla, y que terminarán desempeñando un importante papel en la configuración del Imperio de Mitanni en la parte central del II Milenio; aún, en los primeros siglos del I Milenio, sus descendientes se reorganizarán en el reino de Urartu, en la zona oriental de Anatolia. Otros grupos menores tendrán una cierta influencia en el discurso histórico del Próximo Oriente, como los elamitas, que desarrollan una importante cultura contemporánea a la mesopotámica, y otros muchos pueblos, como los guteos, lullubi, casitas, gasga, etc.. Naturalmente, aún son muchos más los pueblos que intervienen en la historia próximo-oriental, pero que sentido tendría elaborar un listado difícilmente útil para acabar concluyendo lo que decía al inicio; en definitiva todos los pueblos somos africanos.
Entonces, ¿cuándo aparece el pueblo hebreo (no semita)?, no está claro, pero, me permito , yo también, poner por escrito mi teoría. El pueblo hebreo es un grupo numeroso de egipcios que tienen en común una religión poco corriente: monoteísmo (solo un dios: Atón). Su líder e inspirador probablemente sea algún sacerdote de Amón o noble de la XVIII dinastía . La madre de Akhenatón profesaba en secreto estas creencias y su padre expulsó a todos de Egipto: Amenofis III (Amen-hotep III). Esto se puede interpretar del siguiente modo: el pueblo hebreo como tal estuvo formado por prisioneros y esclavos de los países vecinos junto con algunos egipcios ilustres que fueron los iniciadores y que después de muchos años en secreto fueron descubiertos por los reyes y expulsados. Podrían haber sido ejecutados pero fueron expulsados ¿porqué? . Seguramente por temor a un levantamiento teniendo en cuenta el poder de algunos sacerdotes ante el pueblo. Más bien fue un autoexilio, decidieron marcharse para poseer su propia tierra y su genuina religión.Ahmed Osman, un estudioso del tema, identifica a los personajes bíblicos con los conocidos faraones egipcios. Del mismo modo que Freud hizo sus celebres afirmaciones sobre la identidad de Akhenatón con Cristo mismo, este, Osman, dice haber comprobado que Salomón es Amenhotep III y David es Tutmosis III. En mi opinión se equivoca. Es cuestión cronológica simple. Y no cuadran las fechas ni en Freud , ni en Osman. Pero no vale la pena discutir estos asuntos, está los textos de las tablillas de El Almarna para asegurarse de que nada es así. Akhenatón (Amenhotep IV) es contemporáneo de Saúl, el cual le pide ayuda militar para vencer a sus enemigos, y esto está escrito. Pero en algo estoy de acuerdo: los reyes israelitas son egipcios, los israelitas son egipcios en su mayoría. Y que la religión de los exiliados proviene y copia mitología egipcia. Solo se cambia la lengua , la escritura y algunos nombres. Las Letanías Osiriácas y los Salmos bíblicos tienen un origen común esta es mi opinión.
Akhenatón.