eliópolis: 01/01/2006 - 02/01/2006

martes, enero 31, 2006

Lo mejor de mi

Entro en un blog titulado "LO MEJOR DE MI" y para mi sorpresa encuentro esto : un blog vacio. Y me miré a mi y examiné y miré fuera de mi -como diría Julian Marias- y vi la nada. Que fuerte. Haciendo un simil del blog y la vida: en el centro, en el interior "No hay nada todavía" Enlaces cero. El buscador no funciona. ¿Qué sería el buscador en nuestra vida? -Se admite colaboración-. Algo positivo es que la comunicación no se ha cerrado y puedes contactar con el a traves del correo: hice una prueba y funciona. Claro, tu me dirás, hay muchos blogs que están vacios; los crean para "tener" pero no los usan. Ah.


¿Es un problema sin paliativos la "solitude" en nuestro tiempo? Hasta hace un par de decenios, pocas personas vivían solas en España, a diferencia de lo que sucedía en otros países. Familias bastante numerosas y estables, vínculos sólidos, aunque no siempre apacibles, restos de servicios domésticos, todo eso hacía infrecuente la total soledad. Esta situación ha ido cambiando, ya no es así. He conocido a tres personas, en modo alguno «marginales», que han muerto solas y han sido encontradas, horas o días después, por parientes o amigos. Todavía los españoles hablan. Salen a la calle, no se confinan en sus casas, ni siquiera cuando la vejez o algunos achaques los empujan a ello. Pero en todo caso son muchos los que tienen cada día largas horas de soledad y silencio. Para muchos, la única compañía real es la televisión, y no se sabe si es un alivio o hay que compadecerlos.


Pero hay otras formas de soledad. Hace poco, esa televisión dedicó un programa a los huérfanos. Los ejemplos elegidos eran discutibles, y también los comentarios; pero me llamó la atención la afirmación de que ahora había menos huérfanos que en el pasado. Creo que es altísimo el número de niños huérfanos de padres vivientes. Los matrimonios -o sus sucedáneos- se rompen con inquietante frecuencia; se hacen otros, que pueden romperse y reanudarse con otras personas. Los hijos, sobre todo en su niñez, son realmente huérfanos, aunque tengan una multitud de «padres» o «madres» existentes y con los cuales tengan alguna relación. Empiezan a ser frecuentes «familias» con una madre y varios hijos de padres inciertos y ausentes. ¿No es eso una forma de orfandad?


Y si pensamos en los que no viven solos, en los que no carecen de compañía -que son todavía, por fortuna, los más-, no creo que estén libres de padecer formas sutiles pero indudables de soledad. Convendría hacer el balance de las personas con quienes no se habla desde el fondo personal, o de ciertos asuntos. Las diferencias de edad son importantes. Son muchos los que no pueden -o no quieren- comunicarse con personas de edades distantes; la lengua acusa diferencias sensibles, temen «no entenderse» -o, lo que es peor, ser mal entendidos-; tropiezan, y esto es aún más probable, con la indiferencia, con la falta de interés, lo cual desanima de una comunicación que sería posible si se intentara, pero que no se intenta.


Hay otras dificultades. Son muchos los que están encasillados en ideas -llamémoslas así- fijadas de antemano, incapaces de ponerse, ni siquiera transitoriamente, en otros puntos de vista. Hay cuestiones de las que se prefiere no hablar, por temor a romper relaciones que por lo demás son preciosas. Esto produce cierto malestar, introduce una actitud que se podría llamar del Licenciado Vidriera. Cuando entre personas amigas se «evitan» muchos asuntos, aparece una fragilidad que deja amplias zonas de soledad en las almas.
Son muchas las personas que viven pendientes de quehaceres múltiples, azacanadas en cuestiones casi siempre utilitarias, entre cosas, sin espacio para entrar en sí mismas, para estar en su propia compañía. «Converso con el hombre que siempre va conmigo», escribió Antonio Machado. Esas personas hacen que el trato con ellas no rompa la soledad, porque no se las encuentra, y es que segregan su propia soledad, carecen del ámbito en que la verdadera convivencia es posible.


Todo esto reduce increíblemente el ámbito de la posible presencia cercana de otros, de lo que merece llamarse intimidad. Háganse las cuentas vitales -las únicas que de verdad importan-. Pregúntese perentoriamente con quiénes se habla desde el fondo de uno mismo, desde la última realidad, y con quiénes se puede hablar de todo.
Temo que el número de estas personas es muy escaso; en la mayoría de los casos, tal situación simplemente no se da. Algunas personas particularmente afortunadas han gozado de esta posibilidad a lo largo de gran parte de su vida; el curso del tiempo y los azares de la vida ponen término acaso a ese privilegio. Es posible que a cualquier edad se conserve esa situación maravillosa, o rebrote inesperadamente. Entonces existe la plena compañía, hay algún reducto en el que no penetra la devastadora soledad íntima.


Nada como ella hace imposible la felicidad. Con la obsesión del placer y el «bienestar» -cosas tan distintas-, son hoy pocos los que verdaderamente se afanan por lograr la felicidad que, aún precariamente, es posible en este mundo. Cuando se piensa en la situación de diversos grupos sociales, tal vez países enteros, se atiende a cosas que poco o nada tienen que ver con la felicidad.
Y, por supuesto, no se suele tener en cuenta el equilibrio entre soledad y compañía, y los grados de intensidad, cercanía, intimidad de ésta. Creo que España -y los países hispánicos en general- tienen una situación parcialmente favorable, con la que no cuentan, de la que ni siquiera se dan cuenta. Y por ello la comprometen, la cambian por otras cosas, no se preocupan de salvar lo más valioso que poseen.
Habría que preguntarse por qué se cambian las posibilidades de escapar a la soledad, de poder hablar desde la raíz, sin elusiones y velos, sin reticencias ni disimulos, con alguien. Y creo que esto, sin más, es lo más valioso de la vida. No digamos lo que tiene de exigencia de toda operación humana que pueda llamarse, aunque sea exagerando, «creación». Esta soledad íntima y difusa que afecta a tantos, ¿no será la causa principal de ese aterrador descenso de calidad, de esa decadencia universal que se anuncia y nos amenaza?
Para mí no hay duda. Esa posibilidad humana, tan rara, tan difícil de mantener, que requiere tanta atención y esfuerzo, tanto «esmero» -para emplear una palabra en desuso-, es lo que más importa salvar, lo que nos puede permitir hacer algo que valga la pena y, sobre todo, vivir con alguna ilusión, conseguir algunos islotes de felicidad -islas bonitas- en un océano que con frecuencia es hostil, que de otro modo se cierra abominablemente sobre nosotros y elimina la capacidad de proyectar, por otro nombre, esperanza.

Y ,despues de todo, como dice un sabio persa, el amor es una enfermedad de la cual nadie quiere librarse. El queha sido atacado por ella no intenta restablecerse, y quien la sufre no desea ser curado.

El Zahir. Paulo Coelho


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sábado, enero 28, 2006

Agua y madera



更名或暂时不可



No siempre un bello lugar augura un final feliz; ni el pueblo donde nace ni el mar que presidió su infancia la libraron de la desgracia que miraba de frente a su familia. La infancia para Sayuri fue una tempestad que arrasó con todo. Las tempestades, por lo común, rugen, y cuando abanzan las sientes. Las primeras gotas , por su gran tamaño, nos advierten de su inexorable llegada y de su poder destructivo. ¿ Quién no ha sentido llegar la tempestad a su vida?.Basada en el best seller de Arthur Golden , producida por Steven Spielberg y dirigida por Rob Marshall, Memorias de una geisha documenta con precisión dos asuntos: uno, la querencia del director por el cultivo de los géneros clásicos ; dos, una tendencia, muy del cine americano de ahora mismo, de vender exotismo, prioritariamente oriental; en este sentido, Memorias de una geisha es un melodrama que ofrece una visión del Japón de las décadas de los 30 y 40 hecha con el sutil pincel del matiz.
Aunque el personaje de Sayuri y sus historias son totalmente ficticios, los hechos históricos relatados son reales, así como el tipo de vida cotidiano de las geishas. Arthur Golden demuestra un profundo conocimiento de la cultura japonesa y china así como un refinado gusto y sensibilidad por el arte oriental que logra hacernos vivir en el interior de su ficción.
Misterio y seducción resumen el filme. Un ser educado para divertir, enamorar o, incluso, enloquecer de deseo a los hombres y marcada con el sello intemporal de la tradición. Es la historia de un viaje iniciático y personal de Sayuri para convertirse en un suntuoso objeto de deseo.

El filme se hace grande en su profundidad, y por el dominio de las claves culturales del Japón clásico . Y a la postre, de la sala se sale con el convencimiento de haber contemplado una bellísima colección de estampas, sabiamente musicadas por John William y magnificamente bien interpretados por el trío de bellas... .
Sayuri agua

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miércoles, enero 25, 2006

Leda y el Cisne




En la mitología griega Leda, era una hija de Testio y esposa de Tindáreo de Esparta, era otra de las amantes humanas de Zeus. Cuando caminaba junto al río Eurotas, fue violada por Zeus, transformado en cisne y fingiendo ser perseguido por un águila. Como consecuencia, puso dos huevos de los cuales nacieron cuatro hijos:Helena, Clitemnestra, Cástor y Pólux , aunque solo Helena y Pólux son considerados hijos de Zeus.
Leda luego es divinizada por Némesis, la diosa del castigo justo. En las versiones más antiguas, Leda simplemente encuentra un huevo en donde está el germen de Helena, hija de Zeus y Némesis. En ese relato, Némesis trata de escapar de Zeus mediante la metamorforsis, convirtiéndose en distintos animales para poder escapar del dios. Pero Zeus hace exactamente lo mismo y compensando cada cambio con el suyo propio, hasta que finalmente ella se convierte en una oca y él la viola en forma de cisne. Pone luego el huevo en un pantano en donde lo encuentra Leda. En otras versiones, Zeus transormado en cisne y pretendendiendo estar el peligro, se refugia en el seno de Némesis y luego la viola. Hermes pone el huevo en los muslos de Leda para que sea ella quien lo "alumbre".

Leda con el cisne. Leonardo Davinci.


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martes, enero 24, 2006

El dios Min


El dios Min


La curiosa forma de representar a Min, se cree que es por causa de su representatividad , por excelencia, del poder procreador masculino. En su singular iconografía, Min aparece como un hombre momiforme e itifálico que eleva un brazo por encima de su cabeza; normalmente, aunque no siempre, la mano correspondiente parece sostener un flagelo-nejaja, esto es, un símbolo de la realeza faraónica. Su cabeza está coronada por un característico gorro chato provisto de dos altas plumas rígidas. La pose itifálica se ha visto como una prueba iindudable de que Min encarna el principio de la fertilidad masculina, especialmente desde un punto de vista sexual.
Sin embargo, esta postura, seguida por la mayoría de los especialistas, ignora, de manera absoluta, otro rasgo típico de su figura: el brazo levantado. ¿Porqué el dios aparece siempre representado en esa postura? ¿Cuál es el significado de ese gesto? ¿Cuál su relación con la naturaleza procreativa del dios, si es que tiene alguna?

La diosa Sejmet con el cuerpo del dios Min.

Templo de Jonsu, Karnak. Dinastía XIX, Reino Nuevo Tardio

Es muy notorio, y sin duda para nada casual, que los dos rasgos típicos de Min, esto es, la pose itifálica y el brazoerguido, sean a su vez los que caracterizan tradicionalmente, en muchas culturas de tiempos y espacios muy diversos, a las imágenes de guardianes mágicos. Dichas figuras, por lo general, son ubicadas frente a las viviendas o en los campos cultivados, a fin de enfrentar, repeler y ahuyentar a las malas influencias y los espíritus malignos. Estos usos parecen hallar sus paralelos, en el antiguo Egipto, en, p. ej., los colosos monumentales de Min itifálico que fueron exhumados por Sir W. Petrie en el templo arcaico de Coptos, los cuales, bajo esta nueva luz, podrían tenerse por "estatuas guardianas" del recinto dedicado al dios. Asimismo, las estatuas de babuinos ubicadas en grandes templos, como en Tanis y Karnak, podrían entenderse como jugando el papel de "guardianes mágicos", destinados a proteger dichos santuarios en contra de los "malos espíritus", que era una actividad realizada por el dios Thot, a quien dichos monos estaban consagrados. Por todo lo expuesto, no es descabellado proponer que la imagen "clásica" del dios Min se originó, no en su aspecto "fertilizante" - que, en realidad sería secundario - sino, por el contrario, en su carácter "destructor" de "guardián y protector", probablemente originado en su función de "espantapájaros campestre" o de "vigilante" custodio de templos y viviendas.

Detalle del Libro de los Sueños. Papiro Chester Beatty III

Fuente: R.B. Parkinson & S. Quirke. Papyrus.

Egyptian BookshelfThe British Museum Press, 1995

Más curioso aún es lo que encontramos en los Textos de las Pirámides y algunos fragmentos de papiros procedentes de Kahum, que datan del Reino Medio. En Las Contiendas, Set reclama ante el tribunal divino que ha tenido sexo anal con Horus. Los expertos creyeron que el episodio homosexual implicaba la ignominia impuesta al vencido por el vencedor, y que denotaba la costumbre de violar a los enemigos derrotados. Otros no estaban convencidos de que este fuera el caso, sin embargo, atestiguaron haber presenciado un comportamiento social similar, durante una expedición a Sesebi (Sudán), entre 1936-7, cuando un hombre violó a otro debido a una ofensa. Este nos parece un episodio muy ilustrativo, ya que es una clara evidencia de la intimidación fálica y la monta sexual, tal como era practicada por un grupo humano que, además, habitaba en regiones aledañas a la de nuestras indagaciones, que es Egipto. Desde la perspectiva de la Etología, lo que Set pretendía demostrar ante el tribunal divino era su rango superior, y, consecuentemente, su derecho sobre Horus a gobernar el país.

Por otra parte, la intimidación fálica y la monta sexual entre los monos son parte del ritual de salutación en la comunidad. Un macho que se aproxima a otro de rango superior debe presentarle el ano, tal como hacen las hembras, y el de rango superior le monta sexualmente de manera inmediata. La monta sexual contra natura entre machos, como un indicador de rango social se encuentra explícitamente aludida en Las Contiendas de Horus y Set (Papiro Chester Beatty ).


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domingo, enero 22, 2006

Sicofante





Dado que en Atenas no se había creado ninguna institución análoga al Ministerio fiscal de los tiempos actuales, era un deber de todos y cada uno de los ciudadanos denunciar los crímenes o delitos que llegaban a su conocimiento. El papel de acusador no tenía nada de odioso, y los más ilustres ciudadanos de Atenas no tuvieron jamás reparo en desempeñarlo en aras del bien y la seguridad públicos, que estriban en el cumplimiento de la ley y en la moral y buenas costumbres. Sin embargo, este procedimiento dio origen a multitud de abusos: hombres sin conciencia o simplemente perversos y buscavidas, incitados por el deseo de perjudicar o por el espíritu de intriga, formulaban acusaciones, arbitrarias en general, contra los ciudadanos de mayor relieve, cuya tranquilidad se perturbaba sin ventaja ninguna para la cosa pública. Otros se aprovechaban del derecho que la ley concedía a todo hombre libre, para sonsacar dinero a aquellos a quienes podían amenazar con una denuncia. A los tales se designó, ya desde el siglo V a. de J. C., con el odioso nombre de sicofantes, comprendiéndose en este concepto a todos aquellos que hacían denuncias a la ligera, sin motivo o por motivos infundados o también con vistas a una injuria ilegal.
Las víctimas obligadas de los sicofantes eran los ricos, los cuales, como dice Isócrates , vivían en Atenas bajo un régimen de sospecha. En vano la mayor parte de ellos se abstenían sistemáticamente de toda participación en la política, ni tampoco les servía de nada llevar una conducta irreprochable ni tener el bolsillo constantemente abierto para los pedigüeños. Por poco que se conociese a alguno de ellos como hombre tímido, enemigo de escándalo o incapaz de defenderse con su propia elocuencia, esto mismo le hacía presa de los sicofantes. En estos casos se daba por bien pagado transigiendo en perjuicio suyo, pues estaba seguro de que no ganaría el pleito en los tribunales. «Los tribunales, decía Isócrates , hablando por boca de un cliente, no fallan siempre según había derecho a esperar; el azar más bien que la justicia es lo que regula sus decisiones. Vale más, con unos cuantos dracmas, librarse de una grave acusación que exponerse a los perjuicios que de ella pueden sobrevenir.» Entre los ricos de Atenas cuya existencia se vio amargada por los sicofantes puede mencionarse a Nicias, a Charmidas y a Critón. El primero cedía facilísimamente a la primera intentona. De él dice Plutarco: «Su pusilanimidad era una verdadera viña para los sicofantes; era tal el miedo que le inspiraban, que no aceptaba invitación ninguna de los amigos, y se encerraba en su casa, no saliendo sino para lo más preciso, y aun entonces guardándose y recelándose para no ser invadido.» Por lo que toca a Charmidas, los sicofantes le hicieron tan insoportable la vida siendo rico, que, reducido más tarde a la pobreza, se felicitaba como de una dicha de este revés de la fortuna. Finalmente, Critón, como se viese objeto de continuas acusaciones, siguió el consejo de Sócrates y tomó a sueldo a un individuo de esta especie, menos infame que los demás, quien, «a modo de perro de guarda que espanta a los lobos», daba caza a sus enemigos.
La plaga de los sicofantes no fue especial de Atenas pues era un mal endémico de todas las democracias griegas. Plutarco pone en boca de Simónides estas palabras: «Es tan difícil hallar una democracia sin sicofantes, como una cogujada sin penacho.» Aristóteles enumera varios Estados , Rodas, Heraclea, Megara, Cumas, donde las demasías de los sicofantes, al obligar a la clase rica a unirse y conspirar, provocaron la caída del Gobierno popular. Y no era que la ley no prescribiese penas contra las acusaciones calumniosas: en efecto, para poner coto a este mal se condenó a una multa de 1.000 dracmas al acusador que no lograse mantener la acusación o que, en presencia de los jueces, no obtuviese la quinta parte de los sufragios, a pesar de lo cual la profesión de sicofante no dejó de atraer a muchos ociosos y bribones, a los que Demóstenes calificó de perros del pueblo. La imposición de multas a los sicofantes parece que no era una sentencia pronunciada ipso iure, sino como consecuencia de un nuevo proceso que les permitía justificarse alegando la buena fe. Por otra parte, como importaba al interés general que se persiguiesen los crímenes contra la seguridad individual y contra la riqueza del Estado, la ley había estipulado que se pudiese intentar ciertas acusaciones sin riesgo ninguno para el acusador, lo cual contribuía a aumentar la audacia y a asegurar la impunidad de los sicofantas.

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Aprender



Una inteligente y cultivada amiga mía me aseguraba un día que parecía fuera de cuestión que Shakespeare no era tal sino que, con toda probabilidad, tenía que haber sido Lord Bacon: alguien —argumentaba— cerca del poder, pues sólo se podía describir con tal maestría si se habían conocido las intrigas y las pasiones y dulzuras del poder de primera mano, como decía el duque a Sancho Panza. Nunca estaría yo tan seguro como mi amiga; aparte de la capacidad genial de fantasía pura que sólo muy indirectamente surgiría de estratos de la realidad de los individuos, ¿de qué experiencias se nutrían —por poner un ejemplo clásico— las pasiones y los territorios descritos por las hermanas Brontë que, como es sabido, apenas pudieron salir de la estrecha rectoría de su padre? Y por citar a una mujer escritora española, Elena Quiroga, ¿de dónde sale en una jovencita de provincias de apenas 23 años en plena época de dureza franquista un mundo pasional como el de Viento del Norte? Y tantos innumerables ejemplos que se podrían señalar. Por supuesto, las historias se transmiten, se oyen contar, pero el genio literario —en el grado mayor o menor que se pueda tener— siempre crea la realidad, no la copia, como señaló Oscar Wilde al hablar de Balzac.
Incluso las novelas más realistas, esa primera y única novela que algunos dicen podría hacer casi todo el mundo con su propia autobiografía novelada —otra cosa es que pudiera continuar—, exige unas cualidades determinadas si es que es buena, si es que abre en el lector horizontes no previstos o deleita con una buena prosa.
«Señores y damas —decía una cancioncilla que oí una vez —, en toda edad se puede aprender con la condición sola y pura de no saber. Y mientras sigáis aprendiendo, jamás temáis la vejez ni la tumba. Ese es el secreto de la juventud».

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sábado, enero 21, 2006

Isla de Bensalem


Mi querida Nefertiti,
Recientemente llegó a mis manos una obra inacabada del filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626): «La Nueva Atlántida».
Bacon expone sus ideas políticas en esta obra, utopía en la que se representa el florecimiento económico de una sociedad ideal; en ésta la vida está organizada sobre las bases racionales de la ciencia y de una técnica avanzada, aunque se conserva la contraposición entre clases dominantes y clases subordinadas.
Una de las obras más significativas desde el punto de vista de la comunicación. Iniciada por Bacon en 1623 y publicada en 1627, un año después de la muerte de su autor. Este que, como es sabido, era también canciller de la Corona, imagina una ciudad ideal realizada gracias a la ciencia.
Esta ciudad es la isla de Bensalem, que se parece a la que imaginó Platón. En aquella nueva Atlántida, la gente se inicia en la actividad científica; se perfeccionan las especies vegetales con un objetivo médico; se experimenta con animales y, luego, con el cuerpo humano. El lugar está repleto de instrumentos de precisión, de instrumentos destinados a crear todo tipo de movimientos. Se imita al vuelo de los pájaros, se vuela. Se navega debajo de los mares. Se conoce el movimiento perpetuo. Pero este arsenal de inventos que son una invitación al viaje contrasta con el cierre natural, geográfico, del lugar, la prohibición de la comunicación con el exterior, la imposición de un riguroso secreto y las grandes limitaciones en lo que respecta a los viajes de la gente del país. Los sabios son los únicos en viajar al exterior para estar informados de los descubrimientos científicos que puedan resultar útiles a sus compatriotas.
Algunos filósofos han analizado correctamente ese tema del encierro en el relato utópico al ver en él una novela de Estado.
Por si fuese necesario, la Nueva Atlántida nos muestra cómo, en aquella búsqueda de la verdad universal que caracteriza el proyecto científico de la Ilustración, coexisten dos lógicas: una -que se sitúa al nivel del deseo- de liberación de cualquier cortapisa, de todos los prejuicios heredados del feudalismo y el oscurantismo religioso, y otra, de domesticación de ese movimiento liberado. Desde entonces, ese desgarramiento entre emancipación y control social o disciplina se ha convertido en una serpiente de verano en la comunicación.
Bacon fue fundador del materialismo y de la ciencia experimental moderna. Al subir al trono Jacobo I, alcanzó altos cargos en el estado y fue nombrado lord canciller del reino, muy al contrario de lo que le sucedió a su compatriota Roger Bacon (1214-92), con el cual comparte apellido y oficio.
Francis es el autor del famoso tratado «Novum Organum» (1620) (a diferencia del «Organon» de Aristóteles) en el que expuso una nueva concepción de los objetivos de la ciencia y las bases de la inducción científica. Como dato histórico te diré que nuestro Cervantes murió cinco años antes de la publicación del Novum Organum del inglés Francis Bacon y doce años antes del descubrimiento de la circulación de la sangre por parte del inglés William Harvey. Estas dos obras, cada una a su manera, vienen a consagrar la noción del movimiento y a valorizarlo. Con Bacon se abre camino la idea de un mundo perfectible, casi «ferpecto», un mundo en movimiento, que avanza. Merced a la ciencia -y al hecho de que se fundamenta en la observación y la experimentación cuantitativa- se convertirá en algo más grato la vida humana y los propios humanos serán mejores y más felices. Surge la primera teoría científica del progreso. Tras el hallazgo del sabio Harvey, quien, en su laboratorio, estudia los movimientos del corazón en los sapos y pone a prueba los cimientos de la ciencia utilitaria de Bacon, van a trasladarse los términos de la anatomía al campo de la economía política, donde pasarán a designar la circulación de las riquezas y las vías de comunicación utilizadas por las mercancías y las personas.
Bacon, después de proclamar que el fin del saber estriba en la capacidad que posee la ciencia para aumentar el poder del hombre sobre la naturaleza, señaló que sólo podría alcanzar dicho fin la ciencia que llegara a conocer las verdaderas causas de los fenómenos. Por esta razón se manifestaba contra la escolástica. La ciencia precedente adolecía de «dogmatismo» –pues el sabio deducía el sistema de proposiciones de sus propios conceptos, como la araña teje su cendal–, o de «empirismo», en cuanto el sabio se preocupaba sólo de recoger hechos sin penetrar en su significado. En consecuencia, Bacon exigía que se adoptara una actitud escéptica respecto a todo el saber anterior. Sin embargo, reconocía la posibilidad del conocimiento fidedigno, mas para alcanzar la verdad consideraba necesario reformar el método. El primer paso de tal reforma debía consistir en limpiar la mente de los errores («ídolos») que constantemente la amenazaban. Parte de esos errores se deben a inclinaciones del intelecto propias de todo el género humano; parte, a inclinaciones propias de ciertos grupos de sabios e incluso de ciertos individuos; parte de los errores aludidos arrancan de la imperfección e inexactitud del lenguaje, y, finalmente, parte de ellos son fruto de asimilar sin espíritu crítico, opiniones ajenas. Una vez eliminadas las concepciones falsas, es posible abordar el verdadero método de la nueva ciencia. Según Bacon, esta ciencia ha de consistir en la reelaboración racional de los hechos de la experiencia. Las premisas de sus conclusiones («axiomas medios») serán proposiciones basadas en conceptos que se hayan obtenido por medio de la generalización metódica o de la inducción. La concepción analítica del experimento nos proporciona la condición previa de la inducción. Esta concepción, desarrollada unilateralmente, condujo, según palabras de Engels, a que Bacon (y tras él, Locke) trasladara de la ciencia natural a la filosofía el método metafísico del pensar tal como se había constituido en la ciencia de los siglos XV-XVI. En su teoría de la inducción. Bacon señaló por primera vez el valor de las denominadas instancias negativas», es decir, de la selección de casos que contradicen la generalización y que exigen, por tanto, que ésta se revise por no estar suficientemente fundamentada. En cuanto al desarrollo del materialismo filosófico. Bacon, en primer lugar, restableció la tradición y llevó a cabo –desde este punto de vista– una revalorización de las teorías filosóficas pasadas: exaltó el materialismo griego de los primeros tiempos y puso al descubierto los errores del idealismo.
En segundo lugar, elaboró una interpretación materialista propia de la naturaleza basándose en la concepción de la materia como un conjunto de partículas y viendo la naturaleza como un conjunto de cuerpos dotados de múltiples cualidades. Consideraba que una de las propiedades inherentes a la materia era el movimiento que, en Bacon, no se reducía al desplazamiento mecánico (enumeró diecinueve clases de movimiento). Todas estas concepciones de Bacon son un reflejo de las nuevas necesidades y exigencias que en Inglaterra se presentaban a la ciencia en la época de la primera acumulación capitalista. Sin embargo, Bacon no fue un materialista consecuente. Su doctrina, según expresión de Marx, se halla aún plagada de «inconsecuencia teológica».
Una aventura mucho más errática de lo que se hubiese podido imaginar hace apenas un cuarto de siglo, cuando Che Guevara, en la víspera de su viaje a Bolivia, escribía: «Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino, con mi adarga en el brazo... Muchos me dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades».
El libro al que hago referencia, bellamente ilústrado, comparte esta obra de Bacon con otra, segunda parte del libro, del filósofo francés Condorcet que se titula «Esquisse d'un tableau historique des progrès de l'esprit humain».
Este libro pertenece a una colección titulada, por la editorial italiana de Arnoldo Mondatori, «Biblioteca de la utopía», está impresa en papel marfil fabricado en Sicilia.
Es la meta de las Luces: «Preguntar si puede existir un pueblo que esté libre de todos los prejuicios supersticiosos es lo mismo que preguntar si puede existir un pueblo de filósofos», decía Voltaire.
Akenathon

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jueves, enero 19, 2006

Esperanza Cero


Lo que soy ahora es fruto y resultado de todo mi pasado: soy todo lo que he sido. Somos también, como consecuencia, resultado de las posibilidades descartadas, de todo aquello que pudimos ser y no quisimos, eso que a veces suscita en el hombre la nostalgia:

“Hay eco de pisadas en la memoria
por el pasadizo que no tomamos,
la puerta que nunca abrimos”

Esa forma de condensación del pasado en el presente es lo que expresa Pessoa con tanta fuerza:

Sí, soy yo, yo mismo, tal cual he resultado de todo (...).
Cuanto fui, cuanto no fui, todo eso soy.
Cuanto quise, cuanto no quise, todo eso me forma.
Cuanto amé o dejé de amar es en mí la misma saudade.
Y al mismo tiempo la impresión un tanto lejana,
como de sueño que se quiere recordar
en la penumbra a la que despertamos,
de que hay en mí algo mejor que yo.
(F. Pessoa)
Por ello podemos decir que el pasado, paradójicamente, nunca acaba de pasar. No se puede cortar con él; renunciar a él sería renunciar a la propia identidad: el resultado de ese olvido total, de esa cisura con el pasado no sería tanto el no saber quién soy sino ser nadie. Proust lo expresa certera y admirablemente en el primer tomo de "A la busca del tiempo perdido" cuando, al evocar ciertos despertares de la infancia, escribe:
“...al despertarme, en el primer momento, como no sabía dónde me encontraba, tampoco sabía quién era; en mí no había otra cosa que el sentimiento de la existencia en su sencillez primitiva tal como puede vibrar en lo hondo de un animal, y me hallaba en mayor desnudez de todo que el hombre de las cavernas; pero entonces el recuerdo descendía hasta mí como un socorro llegado de lo alto para sacarme de la nada”.
A la vez, el hombre es ser de proyecto, no en el sentido de que esté simplemente abierto al futuro -esto sería una obviedad- sino que no sabe vivir sin planear, sin buscar: es proclive al futuro, capaz de la sorpresa, de la invención, capaz de novedad. De novedad también sobre sí mismo, sobre su propia vida: el pasado no es para él una realidad definitiva, irreparable, irremediable.
De manera análoga a como antes he dicho que el pasado sigue vivo en el hoy, también el futuro está de algún modo contenido en el presente. No como ya predeterminado o prefijado, sino en cuanto que de algún modo el futuro tira de nosotros hacia adelante, nos moviliza. La presencia estimulante del futuro en el presente se llama esperanza. El hombre pierde la esperanza cuando el futuro personal ha desaparecido porque ha dejado de ser interesante; la vida entonces se estanca y paraliza como aquellas películas antiguas de celuloide que al romperse dejaban proyectada en la pantalla la imagen fija del fotograma que había quedado atrapado. Si el futuro no existe, la vida pierde sentido.
La esperanza es, pues, el futuro anticipado en el presente, que dinamiza los resortes vitales ya que el hombre entiende que no cualquier modo de vivir es adecuado si quiere tener disponible el futuro que anhela. El futuro no es para él un regalo, ni un feliz hallazgo casual, ni un triste e ineludible destino, sino una tarea; el hombre es constructor de su propio futuro. Nuestro hoy condiciona nuestro futuro, nuestro futuro es hoy. A quien pasa del presente le ocurrirá que, por eso mismo, el futuro pasará de él. En este caso la esperanza -si todavía se puede seguir llamando así a ese deseo inconsistente y efímero, incapaz de movilizar la vida- es vana, vacía: esperanza cero.

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sábado, enero 14, 2006

El sentido de la vida


En la orilla del gran rio, inmediatamente debajo del precipicio, estaba situado el bosquecillo sagrado y el santuario de Maidy. Alrededor de cierto árbol de este bosque sagrado rondaba una figura siniestra todo el día y probablemente hasta altas horas de la noche, cuando el cielo adquiere ese color carmíneo, en la mano blandía una espada desnuda y vigilaba cautelosamente en torno, cual si esperase a cada instante ser atacada por un enemigo.
El vigilante era sacerdote y homicida a la vez; tarde o temprano habría de llegar quien le matara, para reemplazarle en el puesto sacerdotal. Tal era la regla del santuario: el puesto sólo podía ocuparse matando al sacerdote y sustituyéndole en su lugar hasta ser a su vez muerto por otro más fuerte o más hábil.El oficio mantenido de este modo tan precario le confería el título de rey, pero seguramente ningún monarca descansó peor que éste, ni fue visitado por pesadillas más atroces -nocturna uersate manu-.
Año tras año, en verano o en invierno, con buen o mal tiempo, había de mantener su guardia solitaria, y siempre que se rindiera con inquietud al sueño, lo haría con riesgo de su vida. La menor relajación de su vigilancia, el más pequeño abatimiento de sus fuerzas o de su destreza le ponían en peligro; las primeros signos de envejecimiento sellarían su sentencia de muerte. Su figura ensombrecería el hermoso paisaje a los sencillos y piadosos peregrinos que se dirigían al santuario, como nube de tormenta velando el sol en un dia luminoso -video meliora , deteriora sequor-.
El ensueño azul de los cielos, el claroscuro de los bosques veraniegos y el rielar de las aguas al sol, concordarían mal con aquella figura torva, siniestra. Mejor aún nos imaginamos este cuadro como lo podría haber visto un caminante retrasado en una de esas lúgubres noches otoñales en que las hojas caen incesantemente y el viento parece cantar un responso al año que muere. Es una escena sombría con música melancólica: en el fondo la silueta del bosque negro recortada contra un cielo tormentoso, el viento silbando entre las ramas, el crujido de las hojas secas bajo el pie, el azote del agua fría en las orillas, y en primer término, yendo y viniendo, ya en el crepúsculo, ya en la oscuridad, destácase la figura oscura, con destellos acerados cuano la pálida luna, asomando entre las nubes, filtra su luz a través del espeso ramaje.

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